La nueva cultura periodística fue el eje del foro mundial de editores
Por: Ricardo Kirschbaum
La conferencia anual de la Asociación Mundial de Periódicos (WAN, en su sigla en inglés) se ha cerrado y sus participantes vuelven a sus países con la sensación de que la industria atraviesa un momento de decisión crucial. Nadie ha dicho aquí, al menos en público, que los diarios con soporte de papel están condenados a la muerte. Pero todos coinciden en que la irrupción irreversible de los nuevos medios, la pérdida relativa de la centralidad informativa del diario, exige a los editores y a los accionistas de las empresas tomar riesgos.
El optimista informe anual de la organización, que señala crecimiento de la circulación, de la publicidad y, por ende, de las ganancias, ha sido motivo de chanzas por parte de los editores de buena parte del mundo. Quienes han venido a discutir cuestiones centrales de la industria creen, en cambio, que las acciones para revertir efectos de la aparición de nuevos medios sobre soportes tradicionales, como el papel, deben examinar otros caminos para revertir tendencias negativas.
Se coincidió, es obvio, en que la lábil situación económica mundial, con aumento de los insumos básicos de los diarios, más la inflación que está golpeando también a los países centrales, acentúa esas dificultades y obliga también a repensar continuamente las estrategias editoriales y comerciales.
En esa dirección, la tendencia hacia la integración de las redacciones de papel con las versiones digitales de los diarios es imparable. Sólo están en discusión los ritmos de la convergencia y la adaptación a este reto.
Resulta algo irónico, también, que en el afán de explicar las bondades de la integración se ha terminado hablando aquí en Gotemburgo más de Internet que del papel y del necesario reentrenamiento de los planteles para estar en condiciones de poner en marcha el proceso.
La conclusión principal es que la integración es un hecho cultural de magnitud con consecuencias físicas, organizativas y temporales.
Todas las experiencias requirieron modificaciones arquitectónicas para adaptar las salas de redacción a esta rutina y a la convivencia de, por lo menos, dos soportes principales. Hay, entonces, una tendencia a que la sala de redacción refleje el clima de época, el salto tecnológico, la utilización de herramientas distintas, el ingreso al periodismo multimedial.
Existen experiencias radicales, como la agencia rusa Ríanovosti, cuyas instalaciones se asemejan más a un hotel cinco estrellas -han construido hasta un gimnasio- con plasmas enormes y detalles arquitectónicos de muy buen gusto, y hay otras más modestas pero igualmente funcionales. La cuestión principal es la conversión de la redacción en un espacio abierto, con lugares donde puedan haber pequeños estudios de radio y televisión, con una estructura de funcionamiento horizontal.
Pero la integración no es, simplemente, una cuestión arquitectónica. Los diseños más espléndidos pueden servir de escenografía para los fracasos más estruendosos. La convergencia, antes que eso, es una toma de conciencia de la época y de las oportunidades tecnológicas. Y no solamente involucra a la redacción, aunque allí está el corazón de la construcción de contenidos, sino a toda la organización para poder aprovechar el esfuerzo y hacer eficiente el paso que se ha dado.
La organización, entonces, es la piedra basal para que la creatividad y el talento de los periodistas puedan desarrollarse y crecer. Y esta organización implica que los periodistas que trabajan sobre el papel y aquellos que lo hacen en la Web deben asumir que unos y otros deben revisar habilidades y aprender otras.
Hay entonces una cuestión que tiene que ver con lo cultural. Las organizaciones periodísticas tradicionales, que se han basado necesariamente en una rutina determinada, tienen que reexaminar todo el proceso, despojándose de reflejos conservadores y de prejuicios, para participar activamente en la producción de contenidos. Ese concepto es clave.
Es la organización de la redacción la que determinará el diseño de las salas de redacción y no al revés.
Un tercer aspecto fundamental es la temporalidad. La fusión de las redacciones de papel con la versión online produce, necesariamente, un cambio de necesidades periodísticas. El flujo de información tiene otros momentos a lo largo del día y ya no habrá un cierre cada 24 horas, como ocurre con los diarios de papel, sino varios cierres a lo largo del día porque la demanda informativa de Internet tiene otro ritmo horario.
Los expositores que estuvieron en la conferencia de la WAN han planteado los resultados de sus experiencias parciales. Uno de los resultados que se subrayan es que este nuevo ciclo de funcionamiento en las redacciones provoca mejoras sustanciales.
Han sido frecuentes aquí las entrevistas de periodistas que cubrían la conferencia a editores, convirtiendo la nota en un hecho multimedial: una pequeña cámara registraba el diálogo, mientras que se tomaba nota de los aspectos más importantes, ya sea para una noticia de último momento para la Web como para un análisis para el diario.
En un desayuno con el editor de la Web de The New York Times, con un pequeño grupo de colegas de medios europeos y latinoamericanos, entre ellos este enviado, se discutieron no sólo las bondades sino también los problemas de la convergencia. Jim Roberts decía que la adaptación requiere de un manejo sabio de la situación y de realismo.
El paso dado se piensa que es irreversible y dramático: se está avanzando en el siglo XXI con marcos de referencia antiguos. Esos desfases, en síntesis, tienen que ser saldados admitiendo que la integración requiere de un ritmo de realización efectiva de varias velocidades para que sea armónica.
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