“la fuga de cerebros es la emigración de individuos ya formados y de talento (y generalmente para no regresar) a otras naciones más desarrolladas, impulsados principalmente por la falta de oportunidades de desarrollo,
por motivos económicos o por conflictos políticos. ”
En el caso de los países subdesarrollados, uno de los factores que explica la “fuga de cerebros”deriva de la dificultad de brindar oportunidades laborales atractivas que logren que sus egresados universitarios opten por trabajar en su país. Muchos de ellos, aunque las condiciones de su país sean óptimas, optan por trabajar en el extranjero, seducidos por la posibilidad de ejercer su profesión en un país “más desarrollado”.
BUSCAR TRABAJO EN EL EXTERIORCinco mil argentinos residen de forma permanente en el exterior. Se formaron profesionalmente en la Argentina pero decidieron irse con su talento a otra parte. Son científicos, deportistas y profesionales en distintas áreas que encontraron en Europa y Norteamérica, oportunidades que se les negaron en su país. Entre los motivos concretos de esta emigración se cuentan el desempleo, la falta de apoyo a la investigación científica, el bajo respaldo a los deportistas profesionales y la escasez de oportunidades en general.
Llama la atención verificar que la capacidad de estos argentinos debió ser exportada para encontrar un cauce fructífero. De uno y otro lado de la frontera, un sabor amargo: el de los que se fueron cansados de golpear puertas que nunca se abrieron y el de los que se quedan para darse cuenta de que valiosísimos hombres y mujeres de la Argentina fueron y siguen siendo anulados en su talento.
Antecedentes Históricos
Si ahora la tendencia habla de una marcada
emigración de profesionales argentinos, cabe destacar que no siempre fue así.
Hubo épocas en las que la Argentina fue receptora de científicos, tecnólogos, médicos y profesores universitarios extranjeros, que llegaron con las oleadas inmigratorias de fines del siglo XIX y principios del XX. En los años que siguieron y hasta 1966, el crecimiento de las universidades nacionales, la creación de otras tantas en el interior del país y el desarrollo de la investigación científica en función del desarrollo de empresas locales, reforzaron la apuesta intelectual en el país.
La llamada "fuga de cerebros" comenzó en 1966 con el comienzo de la dictadura de Onganía, cuando se inauguró la tendencia emigratoria, el régimen militar intervino las universidades públicas y persiguió a los investigadores, muchos de los cuales debieron exiliarse. Desde entonces, la ciencia nunca formó parte de los discursos de los políticos, lo que propició un terreno fértil para el continuo drenaje de científicos, que en la mayoría de los casos son formados en las universidades públicas.
Con la recuperación del gobierno democrático se establecieron políticas de retorno que resultaron poco exitosas. El número de repatriados fue bajo. Y el fenómeno que dio en llamarse "Fuga de cerebros" continuó. Diecisiete años de democracia no pudieron revertir la situación.
Los destinos preferidos para comenzar de nuevo fueron los Estados Unidos y Europa occidental en las primeras camadas de los años '60 y '70. Más tarde el horizonte se amplió a países como Venezuela, Brasil, México, Canadá, Israel y Australia. Las políticas de restricción de la inmigración en el exterior determinaron en muchos casos que sus puertas sólo se abrieran para recibir a los mejor preparados: universitarios, profesores, doctores. Los países receptores incrementaron de este modo su capital intelectual sin invertir en ello. Hay quienes entienden que este fenómeno representa una pérdida irreparable de recursos humanos para la Argentina. Otros opinan que aunque en el exterior, estos argentinos cumplen una función importante: ofician como embajadores.
Esta es una paradoja, un problema del mundo moderno y del futuro porque la disputa por los cerebros y por la gente más capacitada va a ser cada vez más fuerte debido a que el desarrollo depende del conocimiento. Es un tema que razonablemente debería analizarse en los organismos internacionales. A pesar de los magros recursos económicos, los especialistas coinciden en que Argentina todavía forma buenos profesionales, gracias a la "inercia" del excelente sistema educativo que el país desarrolló durante la primera mitad del siglo XX.
Argentina, que tuvo a dos premios Nobel de Medicina, Bernardo Houssay (1947) y César Milstein (1984), y uno de Química, Federico Leloir (1970), posee un alto nivel académico en relación al resto de la región, pero se está quedando atrás respecto a Brasil y Chile
"Argentina forma todavía profesionales de nivel. La Universidad de Buenos Aires produce en promedio buenos graduados, que la colocan en un buen lugar relativo en América Latina", dijo a EFE Pablo Jacovkis, decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la universidad más grande del país
Sin embargo, mientras Argentina destina al presupuesto universitario cerca del 0,5 por ciento del Producto Interior Bruto, Brasil ya superó el 1 por ciento y Chile está llegando a esa cifra.
Científicos For Export
Entre los casos más conocidos y prestigiosos se cuenta el de César Milstein,
Premio Nobel de Medicina 1984. Pero entre ciudadanos de renombre y anónimos los científicos en el exterior son muchísimos. Para no perderles definitivamente el rastro se crearon diferentes asociaciones de profesionales. Una de ellas es la Red Crear “Revinculación
de científicos, técnicos y profesionales Argentinos”, fundada en 1999. El objetivo de este organismo es contactar a través de Internet a los investigadores y profesionales argentinos que residen en el exterior con la comunidad científica local, osea, los que se quedaron. El resultado fue exitoso, lo que demuestra la voluntad de ambas partes por mantener un lazo. Con objetivos similares se creó ANACITEC (Asociación Argentino - Norteamericana para el avance de la ciencia). Fue fundada en 1985 por un grupo de argentinos residentes en Estados Unidos, y allí tiene su “casa matriz”. Además ANACITEC creó una base de datos: PROAR, que funciona como directorio en Internet de profesionales argentinos radicados en diferentes partes del mundo.
A través del programa "Raíces", una red que conecta a científicos argentinos en el exterior con sus colegas locales para realizar investigaciones conjuntas, retornaron al país un matemático que trabajaba en Estados Unidos y una antropóloga que residía en París.
Javier Fernández realizó un doctorado, desarrolló distintas investigaciones y se desempeñó como docente en las universidades de Massachussets y de Utah, pero después de ocho años decidió volver al país, donde ahora efectúa una tarea similar en el Instituto Balseiro, del Centro Atómico Bariloche, en la Patagonia argentina.
"Siempre quedó en mí un interés por regresar al país. Cuando me enteré de la posibilidad de conseguir trabajo, me presenté y, tras ganar el cargo por concurso, decidí volver", dijo Fernández. "El salario en Estados Unidos es varias veces superior al que recibo hoy en Argentina. En sentido inverso, en el área de ciencias, el nivel de estudiantes y profesionales argentinos es comparable al de cualquier centro del mundo desarrollado", agregó
Carina Basualdo, una antropóloga doctorada en psicología que estudió y trabajó cinco años en París, subrayó la importancia que tuvo "Raíces" cuando decidió volver al país porque significó "un gesto concreto de parte de las autoridades".
Aunque los salarios que cobran los científicos en el exterior llegan a ser veinte veces más altos que los que perciben en este país, los especialistas aseguran que el principal problema es la dificultad para conseguir puestos de investigación en Argentina.
La Argentina no está sola
La fuga de cerebros es una preocupación en distintas partes del globo, incluso en países europeos, aunque deban tenerse en cuenta diferentes motivos. Lo cierto es que en Latinoamérica ya es moneda corriente que las nuevas generaciones hagan sus valijas y vayan a
probar suerte a otra parte. Algunos lo hacen para conseguir mejores oportunidades de empleo, pero muchos se convierten, en el exterior, en el sostén económico de la familia que quedó en el país de origen.
Según se divulgó en un simposio (organizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), la Organización de Estados Americanos (OEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y los gobiernos de los Estados Unidos y de Costa Rica), en la próxima década ingresarán a América Latina 120 millones de dólares en remesas, enviadas solamente por inmigrantes radicados en Estados Unidos.
El 20% de quienes emigraron en los últimos diez años fueron científicos.
Argentina fue el país de Latinoamérica que más científicos y técnicos aportó en la década de 1990 a Estados Unidos, según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) presentado ayer en Buenos Aires.
El economista Andrés Solimano, director de la Comisión, precisó que la última medición hecha por la CEPAL hasta el 2000, arrojó que "de cada mil argentinos que emigraron a Estados Unidos en los 90, ciento noventa y uno eran personal especializado". De Chile emigraron ciento cincuenta y seis especialistas por cada millar de emigrados, de Perú cien y de México veintiséis, lo que evidencia que Argentina cuenta con "la más alta oferta de recursos humanos calificados del continente", dijo Solimano.
El gobierno argentino busca detener la fuga de cerebros
El gobierno argentino busca repatriar a los científicos que emigraron en la búsqueda de mejores oportunidades laborales y detener la partida de otros a través de un plan que incluye incentivos económicos y sociales.
En el caso de quienes viven en el extranjero, las facilidades incluyen la gestión de un trabajo en el país, además del pago del billete aéreo y la mudanza, lo que ha propiciado la vuelta de unos 90 científicos en los últimos meses.
Las autoridades celebran el retorno de cada uno de los investigadores porque son conscientes de la importancia del desarrollo científico para el crecimiento del país, aunque el número sea simbólico en relación a los 7.000 que trabajan en el exterior.
También han triplicado el presupuesto de la Secretaría de Ciencia y Técnica de 22 a US$ 65 millones y realizado una inversión en equipamiento de unos US$ 15 millones.
"El gobierno está dando señales claras al sector científico y hay una valoración importante de su trabajo. Esto puede frenar el drenaje de cerebros. Plantear revertirlo es todavía muy utópico", dijo Tulio Del Bono, secretario de Ciencia y Técnica.
"No hay que olvidarse que en nuestro país, a principios de los noventa, el más importante de los ministros (por el de Economía, Domingo Cavallo) mandaba a los científicos a lavar los platos. Y en décadas anteriores, durante la dictadura, algunas actividades científicas eran casi equivalentes al terrorismo", agregó.
... a probar suerte!!!
Obviamente,
no todos los inmigrantes son apetecibles para los países más desarrollados, en consecuencia, ni las oportunidades ni las condiciones laborales son las mismas. El mercado laboral ofrece mejores trabajos a aquellos que se encuentran más calificados. Recientemente, la Comisión Europea propuso crear una “tarjeta azul” que compita con la “tarjeta verde” estadounidense; la cual buscará mejorar la competitividad del Viejo Continente en lo que refiere a la cacería de talentos y cerebros provenientes de países no europeos.
La iniciativa de la “tarjeta azul” fue observada positivamente por los profesionales interesados en trabajar en el extranjero. No así por los algunos países que desaprueban la política migratoria de
los países europeos que expulsa inmigrantes, pero que estimulan la “fuga de cerebros” cuando esta contribuye al desarrollo de su economía. Incluso algunos países visualizan esta propuesta como un NUEVO COLONIALISMO.
Una forma de visualizar el interés que despierta este tema es ingresando el término “trabajar en el exterior” en cualquier buscador. Como toda demanda tiene su oferta, y más en este mundo internetizado, uno puede encontrar diversos sitios enfocados a brindar consejos y herramientas útiles a quienes buscan empleo en el extranjero:
aemigrar.com,
mequieroir.com,
emancipacionjoven.es,
Mientras los países más pobres sufren la sangría de sus cerebros más cualificados, los países más desarrollados disfrutan del talento y de la capacidad de estos jóvenes profesionales. Obviamente, que la persona es libre de elegir dónde trabajar. Pero también es bueno cuestionarse por qué no prefiere trabajar en su país y por qué sí en el extranjero.