Esta es mi columna de opinión sobre ¿QUIENES SOMOS?

¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón...

Esta vez me toca a mi, esta vez soy yo la que hace la tarea de Cultura y Comunicación. Siempre estoy del otro lado, leyendo lo que redactan mis alumnos, pero ahora quiero ser yo la que responda a la pregunta sobre identidad cultural argentina... al menos eso intentare! Intentaré dejar de lado lo "conceptual" y hablaré desde mis vivencias, aplicando todo lo que tengo de profesora y de periodista; de cordobesa y de catamarqueña; de hija, nieta, amiga y compañera; lo que creo, siento y pienso. En una palabra, lo que soy.

En Argentina todo el mundo opina, todos somos especialistas en economía, política y fútbol. Es común escuchar en la verdulería o en la despensa del barrio que "vamos de mal en peor", que “nuestros gobernantes nos engañaron una vez más”, que “la culpa es del presidente y que se tiene que ir”, que “pronto se va a venir una grande”, que “como pueblo no aprendemos más y así como estamos nunca llegaremos a ser del primer mundo”.
Día a día comprobamos que las instituciones de nuestra sociedad son tan débiles como los humanos que las conforman, que se cayó la credibilidad de todas y que si confías en un policía, político, abogado o juez serás un ingenuo más. Que la juventud está perdida, que son ociosos, drogadictos, mal criados sin rumbo y que por lógica la culpa es de los padres, de los maestros, de la televisión y de Internet.
En esta sociedad, ya nadie quiere trabajar, porque es mejor recibir el "bolsón" y el "plan trabajar". Se dice que estudiando no llegarás a nada, porque la idea es tener y para eso, el tiempo es más productivo si genera plata, algo primordial en el mundo capitalista que vivimos.
Que panorama!!!
Tengo que admitirlo, yo soy de las que cree!
No vivo en una burbuja, todos los días atravieso la ciudad para llegar a mi lugar de trabajo y veo como se mueve la sociedad, "convivo" con la realidad. No soy ajena al problema, soy parte.
Creo en lo que me venden los medios de comunicación, porque yo también lo reproduzco cada vez que hablo con el verdulero o el taxista y sus comentarios coinciden con mis vivencias. Creo que solo informada, enterada de lo que ocurre puedo opinar; porque la ignorancia solo me llevará a intercambiar versiones con forma de rumor o chisme barato. Porque un pueblo que piensa, sabe defenderse, juzgar, elegir, protestar, agradecer o disfrutar.
Creo en el trabajo de las personas que conforman mi sociedad. Veo su sacrificio y esfuerzo en cada una de las cosas que produce. Por eso, creo en la dedicación del artesano que con pocos recursos y gracias a sus manos e ingenio tornea la madera, modela la arcilla o teje las lanas. Que con esos pocos ingresos a su vez, mantiene su hogar y hace estudiar a sus hijos. Creo en la madre que día a día espera a sus hijos con una sonrisa, la mesa servida y la esperanza de que ellos crezcan en un mundo mejor. Creo en las familias que crían a sus hijos en la calidez de un hogar, un verdadero hogar… con problemas o dificultades pero juntos, permitiendo que los niños vivan como niños mientras la edad se los permita.
Creo en la juventud, lo veo en los que son parte de mi familia y en mis alumnos. Son el futuro de esta, “nuestra sociedad”. Se que tienen que crecer, que tiene un montón de cosas por aprender, pero disfrutando cada una de las etapas, madurando paso a paso, conociendo el mundo sin temor a equivocarse más de una vez. Después de todo, eso es crecer, no? Aprovechando esa libertad que todos tuvimos alguna vez, para elegir una carrera, un modo de vida, un lugar para habitar. Creo en las oportunidades y en las segundas oportunidades también. Todos las necesitamos, para aprender y madurar.
Creo en la gente que aprende las recetas de su abuela y que cocina empanadas, locro o humita para cada fecha patria. Que saca la bandera y la luce al frente de su hogar, que canta el himno a viva voz, que se emociona escuchando una zamba, bailando una chacarera o tocando una guitarra. Creo en las personas que vacacionan en el país y se interesan por conocer sus bellezas naturales y arquitectónicas, visitar los rincones con sabiduría e historia nacional.
Soy así por mi infancia, por mis padres, por mi provincia. Porque aún me siento parte de esa sociedad en la que crecí y viví siempre. Porque extraño la peatonal, el festival de Cosquín, los artesanos de la plaza, la ciudad universitaria, el parque Sarmiento, los mates a orillas del Suquía, la Cañada, los criollitos, el 600, el cuarteto, mi colegio “las Teresas”, las vacaciones en Río Ceballos, las americanas, el guardapolvo, los retiros, el Olmos, la costanera, María María, el trole, peñas carmelitas, las agrofiestas y demás.
Creo que si seguimos tirando todos juntos desde abajo saldremos adelante, tenemos buena materia prima y tenemos que reproducirla con dedicación para obtener un excelente producto final. Llevará tiempo, pero podemos empezar a construirla desde ya, trabajando, estudiando, caminando, vendiendo, produciendo, creando, recordando, investigando…
Simplemente cumpliendo cada uno el rol que tiene en esta sociedad.
Somos un pueblo inmaduro, es cierto, pero tenemos que aprender de nuestro pasado, de quienes forjaron este país, de los que lucharon para conseguir la conformación de un Estado, de sus errores y aciertos, del sufrimiento de los más necesitados, de las protestas, de los cortes de rutas, de la falta de educación y salud pública. Tenemos que creer en nuestros padres, nuestros docentes y nuestros jóvenes; nunca se termina de aprender y de enseñar. Nunca.

Somos lo que vemos en las calles de la ciudad, en la plaza, en los comercios, en la tele. Somos un poco de todo, con mucho por hacer. Somos el reflejo de lo que pasa en otros pueblos del país, buscamos un rumbo, un destino, el secreto de la felicidad y la dicha plena. Somos lo que otros evitan ser. Somos un pueblo, un país, unidos por una bandera con sus alegrías y penas a cuestas.
¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón!